Por Ximo Salas
Lo cierto es que ya no nos preguntamos qué es o incluso cómo nos afectará. Ya no es necesario dar demasiadas explicaciones de la influencia que están teniendo en nuestras vidas los cambios propiciados por el desarrollo digital y pocos son los que no lo tienen presente. Así pues, parece que el tiempo de aprendizaje ha terminado, dando paso a la frase de: “cómo puedo hacer para cambiar”.
Hemos pasado del “qué” al “cómo”. Sin embargo, no debemos dejar de lado que, desde el punto de vista profesional, estamos inmersos en organizaciones, empresas o grupos de trabajo que van a condicionar nuestra propia transformación digital. Trabajamos en empresas “heredadas”, que vienen de años en los que este concepto no era más que una buena película de ciencia ficción.
Otro punto que parece que ha quedado claro después de un tiempo de reflexión tiene que ver con el fondo de este cambio, y evidencia que primero se trata de un cambio de cultura, de costumbres, de formas de hacer y ver, más que de aplicación de la tecnología. Sin duda la tecnología nos lo facilita, pero es la materialización de ese cambio. Siempre pienso en el mismo ejemplo: “de nada sirve tener un dispositivo portátil maravilloso, con un gestor documental de última generación, si continúas corrigiendo los informes en papel”. Como en otras épocas de cambios es bueno fijarse en los ejemplos, ver qué están haciendo los demás y aplicarlo a uno mismo, sin olvidar que esto no es “café para todos”. No obstante, hay ciertas áreas que pueden servir de marco para no andar despistados por este nuevo mundo. Veamos qué ejes podemos disponer en nuestro proceso de transformación digital, para mejorar la experiencia del cambio.
Lo primero que debemos observar es nuestra situación con respecto a nuestro trabajo: ¿Cómo pueden cambiar mis funciones? Más incluso que esta pregunta… ¿Tiene sentido lo que hago ahora y cómo lo estoy haciendo?
No es cuestión de que nos instalen la última versión de un determinado software, más bien de cambiar el cómo hago las cosas. Volvamos por un instante al ejemplo del papel… ¿Continúas imprimiendo todo lo que llega a tus ojos?
Cambiemos el chip y en este eje reflexionemos en cómo mejorar nuestro trabajo y dejar de hacer todo aquello que no tenga valor de una vez por todas. Piensa cuántas cosas absurdas haces cada día y como eliminarlas, después busca una solución tecnológica que seguro existe.
Algunos dirán que esto no depende de uno mismo, pero no es cierto del todo. Podemos hacer mucho por cambiar poco a poco las costumbres que tenemos de relacionarnos con nuestro entorno profesional. En este eje vamos a ser muy concretos de momento, no hace falta ir más lejos: ¿Cómo te comunicas con tus compañeros? ¿Qué uso haces del correo electrónico? ¿Cómo compartes la información en tu entorno de trabajo? Pon imaginación y no respondas que tú ya lo tienes resuelto, que usas la nube y esas cosas. Sé sincero y piensa hasta dónde llega tu conciencia de compartir y colaborar. Luego usa las nubes que necesites.
Vale, y ahora piensa hacia fuera de tu empresa: ¿Cómo es tu relación con el exterior? Podrías hacerte la misma pregunta que antes sobre el uso del correo electrónico, en este caso la respuesta sería más “estilo siglo pasado”.
No nos quedemos en la anécdota, piensa por un momento qué “tipo” de relación tienes con el exterior, cómo te ven ellos/as, qué imagen transmites, por qué medios lo haces y cuánto aportas a ese entorno. Sí, has leído bien: ¿tú qué haces para que tu entorno sea cada día mejor?
Después de reflexionar, le puedes pedir a tu empresa que instale un “Social CRM”.
Sí, este también cuenta. Desgraciadamente cada paso que damos tiende a confundir más nuestro entorno personal con el profesional, por más que nos empeñemos en legislar al respecto. Mezclamos las cosas de forma casi involuntaria.
Por un momento piensa en cómo es tu vida y qué cosas están empezando a cambiar sin darte cuenta, qué cosas eran importantes hace unos meses y ahora están en un segundo plano. Qué acciones del día a día han desaparecido (en realidad las hacemos de otra forma) y están siendo sustituidas por otras.
Pero además de los cambios que nos vamos imponiendo por la mimetización con el entorno (no quiero ser diferente, yo también quiero estar), en este eje hay algo muy importante: “el aprendizaje”.
Tus conocimientos ya no dependen de tu empresa (si no quieres, claro). Eres independiente para formarte, para crecer, para comunicarte. Y eso es parte de tu eje personal, al menos en un proceso de transformación digital.
Si haces algo, al menos que sea porque aprendes algo, no porque todos/as lo hacen.
¿Te atreves a iniciar el cambio?