Siempre que viajo por eventos de startups y participo en sesiones de mentoring me preguntan por consejos para conseguir que un proyecto crezca y se transforme en un éxito. No existe la fórmula exacta para lograrlo. Decir lo contrario sería una mentira. Sí que existen recomendaciones prácticas muy necesarias a la hora de apostar por nuestro propio proyecto de cara a garantizar su éxito. A continuación expongo algunos de estos consejos y buenas prácticas.
La primera norma básica para promover el crecimiento de una startup es el sentido común. Siempre debemos apostar por proyectos de manera sensata y siendo conscientes de hasta dónde podemos llegar con lo que tenemos entre manos. Hay que abogar por el sentido común y no cometer el clásico error de ser ambiciosos por encima de nuestras posibilidades. Hacerlo es aumentar la probabilidad de fracaso.
La sinceridad de uno mismo con el proyecto es fundamental para conseguir resultados. De nada sirve querer ser el primero de la fila al poco de comenzar en el ecosistema de una startup en la que los presupuestos son muy comedidos y deben estudiarse al milímetro. Piensa, por ejemplo, en la inversión de publicidad en televisión. Tiene un coste tan elevado que resulta inviable. Prescinde de ella de base, es mi consejo.
De la mano del sentido común, de la sensatez y de la sinceridad, también va la necesidad de tener claras nuestras ideas a nivel estructural. Debemos saber no solo lo que somos como empresa, sino también hacia dónde queremos ir: cuál es el camino a seguir, dónde está nuestro público objetivo, etc. A veces se olvida la cara más analítica del lanzamiento de una startup y metemos la pata hasta el fondo.
Para que nuestro proyecto nazca en un entorno sólido, es necesario que realicemos análisis de mercado en profundidad. De nada sirve pensar que nuestro público objetivo quiere el producto tal cual lo hemos concebido. Confiar en exceso en nuestro talento es el mayor error que podemos acometer cuando estamos trabajando en el entorno de una startup. Hay que tener confianza en uno mismo, pero también desconfiar.
Una solución a este problema es exponer nuestras situaciones a terceros, ya sean consultoras externas, amigos, etc. Como se suele decir, cuatro ojos ven más que dos, por lo que contar con segundas y terceras opiniones nos ayudará a abandonar la burbuja del emprendedor en la que a veces nos encontramos enclaustrados. A todos nos ha pasado: creemos al máximo en el proyecto y perdemos la perspectiva.
Aquí entra en juego nuestra capacidad de autocrítica, el saber reconocer dónde están las debilidades del proyecto y ser conscientes de que debemos asumirlas cuanto antes para buscar soluciones. Es una cualidad que se olvida con facilidad en el mundo de los emprendedores y que debe estar siempre presente para evitar disgustos. La mejor vía para el éxito es ser capaces de tener autocrítica.
Todos estos consejos no son nada sin la planificación, que es uno de los elementos más necesarios a la hora de conseguir resultados. Rara es la ocasión en la que un plan espontáneo surte el efecto deseado. Por norma general, el éxito no es una cuestión vinculada a la aleatoriedad: requiere planificación, orden, previsión y un calendario de trabajo sensato. En conclusión, se trata de una carrera de fondo que tenemos que afrontar con perseverancia para lograr alcanzar el éxito… ¡y no morir en el intento!