Joan Vergara, consultor para arquitectos
“Tan difícil como estornudar con los ojos abiertos”. Así definía un directivo de una PYME del sector de la construcción la implementación de la estrategia que había diseñado la Dirección.
La ejecución, la puesta en práctica de la estrategia en las organizaciones, figura como el principal fallo en la mayoría de las ocasiones en las que ésta no funciona, según encuestas realizadas en empresas.
Directivos y consultores nos centramos mucho en el diseño de estrategias corporativas y de negocio ganadoras, nos obsesionamos con encontrar el próximo océano azul, pero no prestamos la misma atención a la hora de ponerlas en práctica.
¿Por qué esto tiene que ser tan difícil como quitarle la pegatina del precio a un mueble de IKEA?
El gap entre el diseño de la estrategia y su ejecución
La respuesta a la pregunta anterior probablemente reside en el hecho de que nos enfrentamos a un problema humano, de personas, muchas veces de gestión del cambio.
No es solamente un reto intelectual o creativo. Implica hacer, convencer, comunicar, fluidificar relaciones… Y a veces alcanzar a mucha gente, es necesario movilizar grupos numerosos.
Aunque tengo que decir que esto no pasa sólo en empresas enormes. Me lo he encontrado en estudios de arquitectura de cuatro personas que se sentaban juntas todo el día.
La ejecución de la estrategia es de capital importancia para cualquier organización, ahora todavía más con lo rápido que cambia el entorno y las vueltas que puede dar la estrategia diseñada.
En un mundo en el que las ventajas competitivas de las organizaciones son efímeras, si no consigues implementar rápido la estrategia que te permita explotar esas ventajas te quedarás fuera de juego constantemente.
Las organizaciones se enfrentan a un estado de implementación continua, puesto que no han acabado de poner en práctica una estrategia cuando ya están modificándola por exigencias del mercado.
Hay una palabra que define el requisito fundamental para llevar a cabo estos cambios: agilidad.
La dificultad entonces aumenta. Es tan difícil como enhebrar una aguja, pero además mientras alguien te hace cosquillas.
¿Qué hacemos con la implementación de la estrategia?
Lo primero, saber que el diseño de la estrategia no se limita a pensarla, también hay que diseñar cómo se ejecuta y cómo se implanta en la empresa.
Esto que parece tan obvio muchas veces se olvida o se sobreentiende. Es crucial entender que el trabajo no acaba cuando sabemos cómo competir, dónde, a quién nos dirigimos, etc. Hay que ver cómo se traduce eso en acciones concretas dentro de la organización.
La ejecución de la estrategia conllevará además una estructura determinada. Más plana, matricial, lo que sea, pero alineada con lo que se va a hacer.
A veces encontramos unidades tipo startup dentro de la empresa que conviven con estructuras más pesadas, o comandos dedicados al control y fomento de la implementación. Soluciones hay, pero hay que preverlas.
El proceso pasa también por ir definiendo objetivos cada vez más pequeños, a partir de los más grandes además de definir la visión. Particularizando podremos ir pensando cómo llegar a ellos mediante acciones del día a día.
Pondremos criterios para definir si conseguimos los objetivos o no y los iremos monitorizando. Pero lo haremos de manera continua, no una vez al año o al trimestre. Tenemos herramientas para ello, como el cuadro de mando integral o los OKR.
Todo esto parece más difícil que hablar Taushiro nivel C2, pero no lo es tanto.
Dificultades habituales
Podemos agruparlas en tres grandes grupos:
La mayoría de los problemas que surgen son variaciones sobre estos mismos temas, así que aquí es donde debemos poner mucha atención sin perdernos en lo anecdótico.
Es como cambiar la funda del nórdico. Tú primero asegúrate de meterlo entero, luego ya te preocuparás por las esquinas.
Recomendaciones que ayudan mucho
Aquí tienes algunas recomendaciones útiles:
No tan difícil como parece
Pues no, implementar la estrategia de manera efectiva en una organización no es como estornudar con los ojos abiertos.
Exige cambiar mentalidades, dedicarle tiempo y energía, recursos… Es un reto, probablemente EL RETO de las organizaciones para lo que viene.
Pero para nada imposible. Como decía mi abuela: ”Ni tan difícil como hacer ajoaceite, ni tan fácil como freír un huevo”.